Mil y una formas de morir sin éxito
Antes de asistir a la película, todos nos hacemos una idea de lo que vamos a ver y es que basta con visualizar su trailer y conocer a su actor protagonista. Las películas de devastaciones ya son conocidas por sus numerosos efectos especiales y su lineal guión, sin embargo, estas atraen una gran cantidad de público a las salas y es que un espectáculo palomitero al año se puede decir que no hace daño.
El punto fuerte de la película sin lugar a dudas son sus detallistas efectos especiales. Con el desarrollo de la tecnología se han conseguido efectos más nítidos y con un mejor acabado, gracias a estos podemos ver algunas de las escenas de destrucción más impactantes de los últimos años. En ella tiene cabida todo tipo de destrucción, desde grandes rascacielos, hasta la rotura de una enorme presa e incluso un tsunami, un refrito de fenómenos naturales que nos mantienen pegados a la butaca, generando en ocasiones una atmósfera claustrofóbica y asfixiante.
La acción se mantiene en la película en todo momento, con muy pocos altibajos y soportando la tensión y la emoción en prácticamente todo el metraje. Aquí, a las escenas de acción no les basta con superar una enorme ola o la caída de un elevado edificio, en esta se complican hasta el término de agotar cualquier esperanza de supervivencia, sin embargo, ya sabemos que sus protagonistas disponen de un halo de vida que prácticamente los hace inmortales. Es en este punto, donde la película encuentra uno de sus errores y es que el querer generar tanto impacto, hace que tenga que sacrificar todo atisbo de verosimilitud sobre lo que ocurre en pantalla, y es que llegados a ese punto la gente en la sala termina riéndose y la emoción se acaba perdiendo.
A nivel de fotografía y dirección, la película está muy bien rodada, con unos excelentes planos aéreos y un diseño de producción muy cuidado.
Por otro lado, si nos centramos en los personajes y especialmente en el tono sentimentalista de la historia, el resultado es muy pobre. Si bien los actores cumplen con su cometido, sus personajes están tan estereotipados que nuestro interés por ellos es prácticamente nulo. El peor aspecto sin lugar a dudas, es el de querer crear un drama sentimental, con la misma historia e igual resolución que siempre, que si bien podría funcionar como aporte de sentimiento a la historia, pero que realmente resulta tan grosero y tan poco sutil, que se encuentra más a la altura de una parodia.
Por último centrarnos en el guión. La historia sabemos como termina y su desarrollo también es bien conocido, aunque a veces se empeña en querer dotarla de inteligencia con ciertos datos científicos, sus diálogos resultan bastante irrisorios y su desarrollo no aporta nada nuevo.
Con respecto a esto, quiero hacer un apunte y es que realmente pienso que estas película, independientemente de que no pretendan ser de Oscar, debería de al menos cuidar sus diálogos igual que cuidan sus efectos digitales. Ya sabemos que funcionan en taquilla y esta no ha sido una excepción, pero se podría reinventar el género, eso ya no va en los millones invertidos, sino en ingeniar un guión un poco más inteligente y que el espectador no prevea a cada segundo.
Independientemente de sus errores, este blockbuster del verano es lo suficientemente robusto y acelerado como para divertirnos e impresionarnos durante su hora y cuarenta y cinco de metraje, sin embargo, el género acusa más ambición y es que sus catastróficas escenas ya están empezando a resultar monótonas.
Lo mejor: Es un impresionante espectáculo visual, entretenido y con grandes dosis de acción.
Lo peor: Su sentimentalismo paródico, su estereotipado guión, su incesante patriotismo y su carente inteligencia.
VALORACIÓN: 5.5/10
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