martes, 8 de diciembre de 2015

Techo y comida

Esperando el rescate que nunca llega

Techo y comida : Foto Natalia de Molina

"Techo y comida" es una película dura, sincera, realista, emotiva, atenta a los detalles y en definitiva, un retrato de una sociedad inundada por una profunda crisis.
Esta pequeña obra, sacada adelante sin financiación pública, pretende ser una oda a todas aquellas personas que luchan cada día por sobrevivir y por permanecer bajo un techo que les cobije. La denuncia que presenta la película, no pone en tela de juicio a ningún gobierno ni a ninguna fuerza política, sino que nos incluye a todos los españoles, como responsables de vivir con una venda que nos impide no solo ver a estas personas necesitadas, sino empatizar con ellas, algo que resulta más difícil por el simple hecho de que las catalogamos y clasificamos por estereotipos.
La película está plagada de pequeños detalles y momentos que se quedan grabados en nuestra retina. Todo esto no hubiera sido posible sin una interpretación portentosa y honesta, como es la de Natalia de Molina.
La actriz, que ganó el premio Goya revelación por "Vivir es fácil con los ojos cerrados", da una lección de interpretación. Una actuación que no necesita de maquillajes excesivos, ni de sonidos sentimentaloides de fondo, ni de unas escenas emocionalmente manipuladoras. Simplemente consigue meternos en la piel de la protagonista, analizando sus rostros, sus actos, sus cambiantes estados de ánimo, su lucha en el día a día, su inocencia y su vergüenza interna que la hace llevar todo el peso encima.
Sin duda, se trata de una radiografía de tantas otras historias que aquí aparecen personificadas en la protagonista.
Por otro lado, Jaime lopez, el actor que interpreta al hijo de Rocío, nos regala una buena actuación, sin resultar forzada y dando siempre un toque de bondad, a una historia que necesita urgentemente nuestra reacción. Destacar también las interpretaciones secundarias.
La dirección de Juan Miguel del Castillo, sin ser pulida al máximo, consigue planos y silencios que nos transmiten un retrato lleno de soledad y de dolor. Sin lugar a dudas, lo más acertado, es su escena final, junto con unos créditos que chirrían en nuestros oídos y que ponen el colofón a la historia.
Con respecto al guión, aparentemente podamos pensar, que esta historia se articula como una especie de documental, que relata las desgracias de una familia que hace frente a su situación de pobreza. Sin embargo, si lo analizamos, observamos una historia medida al milímetro, con multitud de guiños y elementos para la reflexión del espectador. Todos y cada uno de los personajes juegan un papel esencial, desde la chismosa del barrio que nos recuerda aquellos tiempos en los que tocaba algo en la lotería y en el que las cifras de parados no eran el principal motor de las noticias, hasta el jefe explotador y la madre acomodada del compañero de clase del hijo de la protagonista. Sin embargo, la que más nos llegan, son la vecina que se compadece y da lo que tiene y la mujer del casero quién empatiza con la protagonista, pero se ve colapsada por un momento donde la crisis solo se escapa de los más privilegiados. Personajes que muestran el lado más humano y solidario de nuestra sociedad.
El hecho de que todo esté tan medido, hace que en ocasiones, nos resulten demasiado calculadas la sucesión de desgracias que experimenta la protagonista, o la coincidencia de fechas con respecto a lo acontecido en la misma. Y es que esto es lo que la diferencia de un documental, esta no solo es una herramienta que muestra la realidad, sino que es un documento de denuncia y un objeto de reflexión y concienciación invidividual.
En definitiva, es una película necesaria, que no solo nos sirve para ver y reflexionar sobre las injusticias existentes en el país, sino que nos hace pensar sobre la posición que ocupamos nosotros en esta crisis y nos deja ver la otra cara de una moneda en la que en una simple tirada al aire podemos aparecer nosotros.
Y es que quizás, mientras andemos por la calle volvamos a ver a otra mujer como Rocío vendiendo folletos de compro oro. Y es que lo que realmente engrandece esta película, es que ya no podremos verla con los mismos ojos.
Tasa de paro elevado, empresas cerradas, disminución de plantilla, ausencia de trabajo, disminución de ayudas, deshaucios, aumento de la pobreza...
Si esto sigue así, todos terminaremos quitándonos esa camiseta que nos representa...
Lo mejor: La interpretación de Natalia de Molina. Su puesta en escena sincera, realista y honesta, además de su capacidad para apreciar los detalles y dotar de personalidad los lugares.
Lo peor: Se echa en falta una mayor profundización en los personajes y algún que otro golpe más brusco que termine retorciéndonos al ver la situación expuesta en la película.

VALORACIÓN: 8/10
Techo y comida : Cartel  Techo y comida : Foto Mariana Cordero, Natalia de Molina



No hay comentarios:

Publicar un comentario